miércoles, 31 de enero de 2018

Capítulo 5

Capítulo 5
Bosque muerto

No sé cuánto tiempo pasó, solo puedo recordar una cosa… La gran caminata que dimos los dos sin dirigirnos una palabra. Al principio yo le hacía preguntas, pero nunca me contestaba. Poco a poco me fui cansando y ya no hablé durante horas. De vez en cuando me miraba, yo creo que para asegurarse de que no me había dejado atrás. Andaba tan rápido que yo debía ir corriendo, esta fue una de las razones por las cuales dejé de preguntar, no podía ni con mi alma.
Tras tanto tiempo andando, ya no estábamos en aquellos prados tan abiertos. Ahora el camino se adentraba a un bosque muy denso, donde la luz casi ni podía entrar. Incluso el clima cambió, hacia un frío aterrador. En el ambiente había mucha humedad por lo que se generaba un poco de niebla. Al no haber casi luz, no se veían hojas verdes o flores, tan solo ramas y troncos. Si mirabas al cielo solo podías apreciar como una mata oscura, yo pensé que serían las hojas de los árboles, nunca lo comprobé, pero sentía como me miraban desde allí. Hay que añadir que aquellos árboles no eran normales para mí, un chico de ciudad, eran muy altos, con troncos robustos y duros.
Tras unos minutos andando por aquel bosque, 143 se giró y me hizo una seña de que me mantuviese callado, algo imposible, porque todo aquel lugar estaba infestado de hojas marchitas. Imaginaros una buena capa de nieve que cubre el suelo, pues ahora transformarla en hojas secas. Pues por ahí íbamos andando y ella quería que no hiciese ruido… pues déjame decir que me era imposible, parecía un elefante en una cacharrería.
Ella sacó lentamente una flecha y la puso en su arco, lo tensó y apunto a lo lejos. Yo traté de mirar o de buscar a su víctima, pero no logré divisar nada. Al cabo de unos segundos bajó el arco y dijo en voz baja.
-          Aún no saben que estamos aquí.
-          ¿Quiénes?-pregunté con decisión.
-          Es mejor que no lo sepas.
143 guardó la flecha y reanudó la marcha. Sin embargo yo me quedé quieto, estaba harto de ese juego, que no me dijese nada y que me tratase como un imbécil. Ella giró la cabeza y me miró a los ojos con un gesto de enfado.
-          Por esto no quería que nos juntásemos-Dijo con voz baja
-          Solo quiero saber que sucede.
-          Shhh…- Me miró como una loca mientras me mandaba callar, se acercó lentamente a mí, mientras decía- No hables alto estúpido o sabrán que estamos aquí.
-          ¿¡Quien!? ¡Por el amor de dios!
Tras gritar aquellas palabras sentí un gran golpe en el estómago, después noté como mi espalda golpeaba el suelo, una gran cantidad de hojas secas salieron volando. Sentía una pequeña presión en mi pelvis, pero eso era porque 143 estaba encima de mí, además me estaba tapando la boca con la mano. Aunque no os lo podáis creer ella me derribó al suelo. Ella miró las copas de los árboles, dejó salir un poco de aire de su boca y se relajó, pero su mirada era la de una asesina. Con la mano que tenía libre agarró una flecha y me la colocó en el cuello.
Me hizo un gesto con la cabeza, básicamente podríamos  decir que me estaba dando un aviso, que si decía otra palabra en alto, aquella flecha atravesaría mi garganta. Yo asentí, acto seguido ella retiró lentamente su mano sin muchas confianzas. La flecha no la apartó ni por un momento, seguía notando la fría punta en mi cuello.
-          ¿Volverás a gritar?- Yo negué con la cabeza- ¿Quieres saber de qué nos ocultamos?-
Yo en ese momento no sabía que responder, ya que pensaba que era un pregunta trampa, pero en su voz noté un tono misterioso, así que asentí con la cabeza. Ella sonrió y se acercó a mi oído
-           ¿Temes a las arañas?- Yo negué con la cabeza- Pues será mejor que no les veas… o empezarás a hacerlo.
Apartó la flecha de mi cuello y se levantó. Yo me incorporé lentamente, pero noté otra vez que algo estaba apoyado en mi cuello, pero esta vez era la parte opuesta de la flecha.
-          Dejemos claro esto. Tú fuiste el que quisiste formar este grupo, no yo. Ahora mismo podría dejarte aquí tirado y dejar que esas cosas te comiesen vivo. ¿Quieres que haga eso?
-          No.
-          Entonces haz todo lo que yo te diga, aunque no te guste.
-          Vale.
-          Si lo haces puede que vivas.- dijo 143 mientras se daba la vuelta.- Vivir o morir, eso solo lo decides tú.
Fui a seguirla, cuando sentí una pequeña ráfaga de viento que movió las copas de los árboles, algunas hojas secas comenzaron a caer del cielo. 143 se había alejado un poco, pero yo me distraje con la belleza de aquel momento. Parecía que estaba nevando, pero eran hojas lo que caían. Miré a mí alrededor con una pequeña sonrisa apagada en mi rostro, aún me sentía mal por lo que me había dicho 143, sin embargo yo sentía que tenía razón, que ella era demasiado extremista por lo que había sucedido.
Poco tiempo después fui a retomar la marcha, cuando vi a lo lejos una pequeña cara, parecía la de un bebe, pero demasiado grande para que lo fuera. Traté de concentrarme bien, pero estaba demasiado lejos, fui a gritar a 143, pero rápidamente me tragué el grito, no quería que me apuñalase. Giré rápidamente la cabeza para hacerle gestos, pero ya se había alejado bastante. Volví a mirar al árbol donde debía estar la cabeza asomada, pero ya se había marchado.
-          Qué raro. Debió ser mi imaginación- Pensé en ese momento.
Agité mi cabeza y fui a seguir a 143, sin embargo otra vez no lo hice, giré la cabeza de nuevo para ver si podía encontrar al niño. Me llevé una sorpresa ya que esta vez había dos caras de bebes asomándose en dos árboles diferentes. Estaban más cerca y ya podía verlas mejor. Mi corazón se heló por un momento, no me gustó lo que vi, para nada. Era imposible que el tamaño de esas cabezas de bebes estuviesen bien, además parecía que el niño media dos metros. Tragué saliva e hice que no vi nada, y comencé a andar por donde se había ido mi compañera, lo más rápido posible. Mi pulso se aceleró en cantidad al igual que mi respiración. Pero eso no era lo peor, ya no lograba ver a 143, me había perdido en aquel bosque.
No me detuve para pensar que hacer o mirar en otras direcciones, por si ella había girado o algo. No quería hacerlo, con tan solo pensar en echar un vistazo hacia atrás mi corazón se detenía. No podía dejar de ver aquellos dos rostros… Pero el humano tiende a tropezar dos veces con la misma roca. Me detuve en seco y giré lentamente la cabeza con los ojos cerrados. Los abrí y sentí como todo mi cuerpo se relajaba, no había nada. Me sequé el sudor de la frente y suspiré aliviado. Entonces dejé de respirar, no recuerdo por cuanto tiempo, aquellas caras volvieron a aparecer, se estaban asomando lentamente detrás de los árboles, y mucho más cerca que antes. Di un grito ahogado, pero ni yo lo escuche, estaba tan aterrado, que ni me salía un chillido para pedir auxilio. Ya pude ver bien los rostros, y quiero dejar claro que sin lugar a duda no eran bebes… Tenían la forma, pero a la vez todo era diferente. Los ojos eran grandes y redondos, y eran totalmente blancos, no tenían pupila ni iris, eran solo blancos. Luego tenían una gran boca, pero sin labios. No tenían cejas ni pelo.
Caí al suelo horrorizado, uno de los bebes, por no decir otra cosa, inclinó su cabeza hacia un lado, parecía que estaba preocupado. Emitió un pequeño ruido agudo. Y acto seguido las copas de los árboles comenzaron a alborotarse, sin embargo segundos después todo se quedó en silencio.
Yo comencé inclinarme hacia un lado, para poder ver que era lo que se ocultaba detrás del árbol. Pero no me hizo falta, ya que uno de aquellos bichos comenzó a ganar confianza y se mostró lentamente.

Os explicaría al detalle de cómo era esa monstruosidad, pero si lo hago a lo mejor no duermes, por lo que trataré de resumirlo en pocas palabras  y que sea fácil de imaginar. Pero quiero decirte que lo que te explico aquí, realmente era mucho peor.
En resumen, tenía la cara de un bebe grande, junto al cuerpo de una tarántula gigante. Las patas acababan en forma de lanzas, para atravesar bien el cuerpo de sus víctimas y que no se pudieran escapar de ellas o para matarlas de un golpe directo.

Aquel bicho empezó acercarse lentamente, recuerdo que en todo ese momento aquello no pestañeo ni una sola vez, no sé si podía, ya que sus ojos no tenían parpados. Entonces abrió la boca, la cual estaba llena de colmillos y lanzó un potente gruñido, tan agudo que podría romper cristales. Me tapé los oídos lo más fuerte que pude y cerré los ojos. Mi hora, por segunda vez, ya había llegado, todo porque no hice caso a 143. Yo no dejaba de echarme la culpa, mi mente ya se había dado por vencida, lo había asumido, pero mi cuerpo opinaba diferente.
-          Vivir o morir, eso lo decido yo- Pensé mientras me levantaba.
Me giré y la pierna izquierda me dio el impulso para correr.
-          Vivir o morir, eso lo decido yo- Pensé mientras cogía aires con mis pulmones.
Note como mis pies aplastaban las hojas secas de los árboles.
-          Vivir o morir, eso lo decido yo-Murmuré mientras me resbalaba por culpa de esas hojas.
Me golpeé la cara contra el suelo. Mi cuerpo no se dio por vencido y mis brazos y piernas me volvieron a poner de pie.
-          Vivir o morir, eso lo decido yo- Dije en voz baja mientras me miraba hacia atrás
Sin embargo nunca he sido un gran atleta, y con la altura gigantesca de ese bicho no le fue muy difícil alcanzarme. Alzó las dos patas delanteras y luego las dirigió hacia mi espalda.
-          ¡¡Vivir o morir, eso lo decido yo!!- Grité mientras continuaba corriendo
-          Bien dicho…- Dijo 143 disparando una flecha.
La flecha me pasó a unos centímetros de mi cabeza.
-          He fallado…-Comentó 143-¡¡Sigue corriendo!!
Aunque la flecha me hubiese impactado no me hubiera hecho daño, porque no era una normal, ya que portaba una bolsa de sal. La cual explotaría al impactar contra algún objeto.
Yo seguía corriendo como un loco, pero ya no notaba aquel bicho a mi espalda. Giré la cabeza y pude ver que se estaba revolviendo en el suelo mientras gemía con sonidos agudos. Llegué hasta donde estaba 143, pero ella ya estaba corriendo.
-          ¡No pares! ¡Eso no le va a matar!
-          ¿Qué eran esas cosas?
-          Lo que te dije que nunca supieras.
-          ¡¡Creo que ya sé por qué!!
143 era muy rápida y ágil, saltaba un obstáculo tras otro sin dificultades, mientras que yo, era más torpe y me iba golpeando contra piedras o ramas secas. Sin girar la cabeza supe que aquellas cosas nos estaban persiguiendo, podía escuchar como aquellas patas se clavan al suelo una y otra vez con gran rapidez. Y eso no era todo, mi corazón se estremecía cuando les escuchaba gruñir, pero lo peor era que aquellos ruidos eran respondidos a la lejanía.
-          Debemos encontrar un lugar cerrado
-          ¿Qué quieres decir?- Pregunté
-          Debemos encontrar una cueva o algo así.
Veía difícil que encontrásemos ese lugar, ya que tan solo había árboles hasta donde alcanzaba mi vista. Estábamos en una situación muy complicada.
-          Ya vienen…-dijo 143 mirando a las copas de los árboles.
Comprendí rápido que era lo que estaba mirando, a lo lejos pude ver como del cielo caían bultos negros y empezaban a moverse. Yo no quería mirar por miedo a ver a una de esas cosas cayendo. Pero se podía saber claro que estaban cerca, ya que no dejaban de caer hojas del cielo.
-          Nunca te rindas, nunca- Comentó 143 mientras me agarraba de la muñeca.
-          No puedo más… -Contesté realmente cansado
No contestó, tan solo siguió tirando de mi brazo, pero podía notar su ansiedad, poco a poco había más rugidos y caras de niños a lo lejos. Mis piernas ya me fallaban, ya no me quedaban fuerzas.
-          Por aquí vamos.
Entonces una gran cantidad de hojas secas cayeron del cielo y con un acto reflejo tiré de mi compañera. Segundos después cayó un bicho de esos en esa dirección.
-          Por… Ahí… no…-dije a punto de vomitar mi corazón.
Sin decir nada cambió de trayectoria mientras me seguía tirando del brazo, pero yo ya casi ni corría. Pero quería continuar haciéndolo.
Entonces 143 me dijo con una risa en la cara.
-          Parece que eres afortunado.
Señaló a la lejanía. Había una pequeña cabaña ruinosa en esa dirección, lo mejor de todo es que tenía techo. Sin embargo 143 soltó mi brazo y salió corriendo hacia ella. Yo alcé mi mano en señal de que no me abandonase. Mi visión comenzó a nublarse y tenía ganas de vomitar. Traté de dar un paso pero me derrumbé por completo. Traté de pedirla ayuda, pero mi voz se enmudeció. Mientras cerraba los ojos pensé que quería vivir, que deseaba seguir viviendo.
-          ¡Vamos!
Noté como me cogían, abrí un poco los ojos y vi a 143 dando todo lo que tenía para llevarme hasta esa cabaña. Yo sonreí y dije.
-          Sabía que volverías.
-          ¡Sigue corriendo!
No recuerdo lo largo que se me hizo ese recorrido hasta llegar a la cabaña, pero de algún modo u otro lo conseguimos. 143 No se detuvo al entrar abrió su mochila y cogió una bolsa de sal y comenzó hacer un circulo de sal en la casa. Cuando acabó se tiró al suelo rendida. Se di una gran bocanada de aire y cerré los ojos.
No sé cuánto tiempo estuve con los ojos cerrados, pero puedo asegurar que fue bastante. Cuando los volví abrir y empecé a mirar a mí alrededor. Estábamos en una cabaña antigua, pequeña y en mal estado. Si te movías un poco, el suelo crujía y las tablas parecía que se iban a partir. No había muchos objetos en la habitación tan solo unos armarios colgados en la pared, bastante demacrados y otro de ese mismo estilo, pero estaba destrozado. Por suerte no éramos alérgicos al polvo ni a las telarañas, porque aquel lugar estaba infestado. Hace mucho tiempo que no había pisado un humano la casa, incluso se podían ver hojas secas por el suelo y excrementos de animales que lo habían utilizado de refugio. Tan solo había una puerta y era por la que habíamos entrado. En aquel lugar no había ninguna sola ventana, podríamos decir que aquella cabaña era un cobertizo grande que habían trasformado en un hogar, hace mucho, mucho tiempo.
143 estaba en el centro de la cabaña, se levantó algo cansada y sin mediar palabra alguna empezó a coger restos de madera del armario tirado en el suelo. Yo traté de levantarme, pero mis piernas me lo negaron, no podía mover ni un solo musculo.
La joven limpió de polvo y hojas un pequeño espacio, en el centro del lugar, y dejó la madera a un lado.  Luego de su mochila sacó una especie de dos piedras, dejó una y la que era más robusta comenzó a golpearla contra el suelo hasta romper la madera. Luego introdujo la madera, recogió unas cuantas hojas, las junto e hizo pequeñas chispas con las piedras. Y como te imaginarás hizo fuego. Luego se sentó cerca de él. Todo esto lo hizo sin mirarme ni una sola vez.
-          Gracias por no abandonarme.-Dije  arrepentido.
Ella tan solo movió un poco la cabeza, no comprendí si lo que quería decirme era que me callase o un de nada. Tras unos minutos de silencio mi cuerpo cogió un poco de fuerza y pude ponerme de pie. En lo primero que me fijé al levantarme es que la casa estaba rodeada por una línea de sal.
-          No les gusta la sal. -Explicó 143 suspirando. Yo no quise decir nada, pero ella prosiguió.- No pueden traspasarla, pero pueden atacarte por arriba.
Yo miré al techo
-          ¿Por eso querías encontrar una cueva?- pregunté mientras la miraba, 143 se estaba sujetando las rodillas y la cabeza la tenía sobre ellas.
-          Sí… eso me dijeron… parece que tenían razón…
No tuve que mirar entre uno de los agujeros de la pared, sabía perfectamente que esos bichos seguían ahí, acechándonos, esperando a que saliésemos para matarnos. Me acerqué a 143 con esperanza en mis ojos.
-          Entonces sabrás como matarlos ¿No?
Levantó su rostro, no hizo falta que me dijese nada más, no había esperanza para nosotros.
-          No, nadie lo sabe….- Me dijo con una mirada apagada.
-          ¿Entonces que vamos hacer?- Pregunté nervioso.
-          Esperar. Esperar a que se olviden de nosotros.
143 se tumbó y se puso de espaldas al fuego. Yo me alejé de ella y me puso al otro extremo de la hoguera. Me senté y me quedé mirando el fuego.
-          Pensé que te rendirías…-escuché decir a 143 por lo bajo
-          ¿Has dicho algo?
-          No te rendiste cuando aquel bicho estaba a punto de matarte.
Yo sonreí un poco, pero era una sonrisa apagada.
-          Recordé lo que me dijiste, nada más.
De nuevo solo se escuchaba la madera siendo devorada por aquel pequeño fuego, hasta que rompí el silencio.
-          Gracias, por salvarme la vida.-suspiré- dos veces.
-          Tres…-Dijo por lo bajo, con un tono sarcástico
-          ¿Cómo que tres veces?-Contesté algo molesto. 143 soltó una pequeña risa, pero la oprimió rápido, pero con un tono un poco más alegre me respondió.
-          Te salvé de aquellos rufianes.
-         
-          Creo que solo generas problemas.
-          No, los problemas acuden a mi.-Contesté con confianza y dureza. Lo cual ella comenzó a reírse. Se incorporó y me miró mientras se secaba una lágrima producida por la risa y dijo.
-          Si es lo mismo.
-          No tuve que abrir la boca…- ella afirmó, con una pequeña sonrisa, mi frase.
143 se sentó bien y un poco más animada y continuó molestándome.
-          Realmente eres un chico con muy buena suerte…
-          ¿Gracias…?
-          O tal vez es que yo tengo muy mala suerte jajaja…-Empezó a reírse de su propia broma.
Al poco tiempo me pude dar cuenta que a 143 había algo que le gustaba mucho y era meterse conmigo, era algo que la relajaba y tranquilizaba. Yo no me enfadaba en absoluto, podría parecer que lo hacía, pero no. Me encantaba ver y escuchar su risa. Sobre todo cuando hacia el sonido de un pequeño cerdito, ya que se sonrojaba como un tomate. Tendía ocultarse la cara con las manos para que no la viese y negaba con la cabeza muy avergonzada mientras me echaba la culpa. Simplemente adoraba aquellos momentos…
-          No tiene gracia-Dije un poco malhumorado.
Ella seguía riéndose, unos segundos después dejó salir el aire por su boca y con un rostro satisfecho se quedó mirando el pequeño fuego, con una leve sonrisa. Poco a poco la mueca fue desapareciendo.
-          Que quieres preguntar.-Dijo 143 con un tono seco.
-          ¿Qué? No, si yo…
-          Responderé a todas tus preguntas. ¿Qué otra cosa podemos hacer? Es cuestión de tiempo en que muramos de hambre o esas cosas acaben con nosotros.-Explicó con fuerza, mientras no apartaba la mierda de las llamas.
-          ¿No dijiste que esperaríamos hasta que se cansasen de nosotros?
-          Mentí. Ellos nunca se cansan. Solo viven por matar a humanos.
-          ¿Qué son?
143 se encogió de hombros. Fui a seguir preguntando, pero supuse que todas las respuestas serían algo parecido, excepto una, creo que la más importante de todas. Sin embargo no tenía agallas para decirla. Ella alzó su cabeza, me miró a los ojos y me dijo.
-          No, nadie ha logrado escapar de estas criaturas.
Noté un escalofrío recorrerme todo el cuerpo. Me mojé los labios con mi saliva y pregunté
-          ¿Y cómo sabías lo de la sal?
143  me miró a los ojos y los apartó con rapidez, con un gesto de dolor en su rostro alzó la vista al techo, movió un poco la cabeza y se recostó junto al fuego. Fue a cerrar los ojos, pero antes soltó las siguientes palabras
-          Rumores, simples rumores.
-          ¿Rumores?
Ella afirmó con la cabeza, con los ojos cerrados. Los brazos los tenía cruzados para mantener de mejor manera el calor. Se me olvidó comentaros que en aquella cabaña hacía mucho frio.
-          ¿tengo alguna pregunta más…?-dijo un poco tímido.
-          Pues no las hagas.
-          Si dijiste- No pude terminar la frase, ya que ella me gritó.
-          ¡Ya se lo que te dije, pero no quiero hablar más! ¿¡Vale!?
Los monstruos parecían que se reían por aquellos gritos, ya que empezaron a rugir y a golpear el suelo con sus patas.
Yo me quedé pensando. Me acerqué las manos a la boca y comencé a soplar, para que entrasen un poco en calor. Miré a 143, pero ella parecía que se había quedado dormida, me sorprendí, por la rapidez que lo había hecho. Me levanté tratando de no hacer ruido, sin embargo las tablas de debajo crujieron fuertemente, la joven enfurruñó el rostro, pero no abrió los ojos.
Empecé a deambular por la habitación y a investigar un poco, pero no encontré nada o algo que me llamase la atención, además tenía que hacer el mínimo ruido posible, no quería despertar a mi compañera, pero eso era difícil por la madera seca y por los ruidos que hacían aquellos monstruos fuera de la cabaña. Sentí curiosidad para haber que hacían los bichos. Me acerqué una de las grietas y miré por ella. Veía el bosque, y no mucho más.
-          ¿Dónde estáis?-dije en voz baja.
Harto de no poder ver muy bien por aquella grieta, busqué una un poco más grande. No fue mi difícil encontrar una. De nuevo veía el bosque, pero esta vez con una diferencia, se encontraba un de esos bichos mirando fijamente a la cabaña, con las patas delanteras un poco alzadas, de vez en cuando hacía un pequeño ruido agudo, pero no muy fuerte. Tras verlo me agaché muy rápido, asustado, pero algo en mi me decía que quería verlo de nuevo. Tragué saliva y me volví asomar. El bicho seguía en la misma posición, sin moverse ningún centímetro.
No podía apartar mi mirada en de él, había algo muy raro, no se movía mucho y siempre miraba a un punto fijo de la cabaña, pero no era a mí.
-          ¿Qué estás mirando?-pensé con incertidumbre.
Entonces hice lo que mejor se le da al hombre en este mundo, molestar. Cogí un trozo de madera del suelo y lo estrellé contra la pared. En aquel momento el bicho se movió un poco, pero su mirada no cambió de dirección. Di otro pequeño golpe, pero de nuevo nada sucedió. Entonces di un gran golpe contra la pared. El monstruo dio un gran grito y me miró fijamente, del cielo cayeron tres más y comenzaron a rugir. Yo caí al suelo de culo, bastante asustado.
¡Alto! Creo que me voy a detener aquí. En mi humilde opinión creo que voy a saltarme este pequeña parte de la historia. No introduce nada y es aburrida y tediosa. Por eso pasaremos unas cuantas horas en el tiempo. Hasta en el momento que desperté a 143.
Me acerqué hasta 143, la toqué el hombre y comencé a moverla lentamente mientras decía su nombre en bajo. Ella puso mala cara y arqueó las cejas con signos de enfado. Tragué saliva, pensé unos segundos, pero rápidamente volví a molestarla, para que se despertase. 143 abrió los ojos y dijo con un tono muy malhumorado “¿¡qué!?” Yo rápidamente la tapé la boca con mis manos. Y comencé a decirla en bajo que no hiciese ruido. Ella asintió con la cabeza y acto seguido noté como mi estómago era masajeado por el puño de mi compañera. Me tiré al suelo retorciéndome del dolor, pero evitando hacer ruido. 143 se levantó y me miró con una mirada de desprecio.
-          No vuelvas a tocarme… Jamás.-Dijo con un tono amenazador. Puedo decir que lo dijo totalmente en serio, aquella mirada… no era en broma.- ¿Para qué me has despertado?- No mejoró el tono para nada, seguía muy enfadada conmigo.
-          Tengo un plan.-Contesté desde el suelo dolorido. Debía haber escogido mejores palabras, no le hicieron nada de gracia.
-          Tienes un plan… entiendo…
143 se acercó a su mochila, rebuscó un poco y sacó una pequeña navaja hecha a mano. Luego me miró y comenzó acercarse  lentamente mientras sonreía como una loca. Yo negaba con la cabeza mientras pensaba que eso era una broma, pero mientras más se aproximaba, más miedo recorría por cuerpo.
Cuando se acercó lo suficiente, me miró a los ojos y se quedó paralizada un breve tiempo. Miró a su alrededor y dejó caer la navaja al suelo. Luego se giró y me dio la espalda, yo traté de levantarme, pero mis piernas no dejaban de temblar de miedo.
-          Qué querías decirme…-Dijo 143 sin moverse ni un palmo.
-          Yo…-Dudé un poco en cómo actuar, lo que sucedió fue algo muy extraño y no sabía cómo asimilarlo bien. Entonces ella se dio la vuelta y me miró. Mi corazón se quedó helado por unos segundos, pero tras ver que 143 volvía a tener aquel rostro tan bello y cálido, exactamente como cuando la conocí, me calmé y me lo tomé todo como una pequeña broma. De mal gusto claro está. Eso sí, juré en mi cabeza que jamás despertaría a nadie mientras estuviese durmiendo, nunca sabes cómo se lo va a tomar.
Me dio la mano para ayudarme a levantarme. Una vez de pie procedí a contarle todo el descubrimiento que había realizado sobre esas cosas de ahí fuera. En un principio ella no se creyó nada de lo que le dije, tan solo repetía que todo eran bobadas y locuras de una persona infantil. Pero después de unas demostraciones empezó a creerme, pero no quería decirlo, tenía demasiado orgullo, como para darme la razón.
Tras unas horas estábamos dispuestos a llevar a cabo nuestro plan. Era una completa locura, si fallábamos en lo más mínimo seríamos devorados al instante, pero si no hacíamos nada moriríamos igualmente, así que no teníamos nada que perder.
143 estaba al lado de la fogata, ya consumida y extinta desde hace mucho tiempo. Tenía la mochila en sus pies, alrededor del objeto había cinco bolsas de sal, cuatro piedras y dos navajas.  En sus manos tenía un pequeño mapa, bastante estropeado. Lo estaba mirando con detenimiento. Mientras yo estaba haciendo una montaña de madera, cerca de la puerta de la cabaña. Me sequé el sudor y miré a mi compañera.
-          Mmm… si no me equivoco creo que estamos cerca de la salida del bosque.-Dijo 143 mientras examinaba el mapa
-          ¿En serio?-exclamé en voz baja algo perdido.
143 se acercó, y me mostró el mapa. Este tenía muchos garabatos escritos en él y cosas tachadas. Posó su dedo sobre la hoja y me señaló en el lugar donde nos encontrábamos. Era el bosque, en el mapa era denominado como el bosque muerto. Nosotros nos dirigíamos al oeste, a un lugar denominado como la primera puerta. Estaba bastante cerca de donde nos encontrábamos. Al este y norte había tan solo llanuras y algún que otro monte y bosque con nombres un poco más seguros, como la montaña solitaria. Al sur había un gran océano denominado como “el nada”.
-          No es muy extenso el bosque, tan solo tardaríamos un día en cruzarlo desde los dos extremos más lejanos.- me explicó.- Sin embargo poca gente lo hace, prefieren rodearlo por las llanuras.
-          Yo lo hubiera hecho… hubiera sido más seguro.
Me miró con mala cara
-          Hubiéramos perdido bastantes días rodeando el maldito bosque. Te recuerdo que no nos queda mucho tiempo.
Aún en ese momento yo no tenía ninguna prisa, aún no me creía mucho en eso de los cincuenta y esas cosas.
-          Sin embargo… no nos queda otra opción que desviarnos un poco e ir al norte.-prosiguió 143.- perderemos varios días, pero por lo menos tendremos una oportunidad de escapar de estas cosas.
Yo asentí con firmeza, mientras miraba el mapa. Ella lo empezó a doblar, se dio la vuelta y me dijo
-          No te confíes, las llanuras tampoco son nada seguras.
-          Me encantan tus ánimos…- Contesté afligido.
-          De nada- Respondió con una sonrisa dulce.
143 empezó a guardar el material en su mochila, bastante decidida, después asintió con la cabeza, yo se lo devolví. Los dos nos acercamos a la puerta y la abrimos lentamente, tratando de hacer el más mínimo ruido. Noté una gran presión en todo mi cuerpo, cuando empecé a ver el bosque de nuevo. Traté de relajarme, pero me era imposible, si lo que había pensado no resultaba… estaríamos muertos en cuestión de segundos.
Al otro lado de la puerta se encontraba uno de esos bichos, mirándonos fijamente, yo aguanté la respiración, pero entonces sentí como 143 posaba su mano en mi espalda, la miré y ella gesticuló una palabra con sus labios. “Tranquilo”. Volví a respirar normal y gané algo de confianza. Los dos salimos de la cabaña, nuestro refugio y empezamos a andar lentamente hacia el bicho, el cual seguía sin quitarnos la vista de encima. 143 llevaba una piedra en su mano.
En ese momento asentí con la cabeza levemente, los dos comenzamos a movernos lateralmente, sin quitar la vista de encima al bicho. Volví asentir y esta vez mi compañera se giró dándome la espalda. Lazó la piedra contra la pared generando un gran golpe. El monstruo rugió de manera muy aguda. De los árboles aparecieron dos más que empezaron a rugir igual. 143 sacó otras dos piedras y las volvió a lazar contra la pared. En ese instante los bichos se abalanzaron como locos hacia la cabaña. Uno de ellos chocó contra mi montaña de madera, esto generó mucho más ruido. Más bichos comenzaron a caer de las copas de los árboles. 143 me agarró de la mano y tiró de mí mientras para que saliésemos corriendo.
Ninguno de los dos miramos hacia atrás, pero escuchábamos aquellos espantosos rugidos, y como la cabaña se caía a pedazos. Corrimos, corrimos y seguimos corriendo sin mirar hacia atrás. Entonces los dos nos dimos cuenta al mismo tiempo, los monstruos ya se habían dado cuenta de que no estábamos, sus rugidos habían cambiado, ahora eran más fuertes y atronadores, parecían que estaban bastante enojados.
-          Corre, corre- pensaba en mi cabeza mientras sentía como 143 tiraba de mi mano, para no dejarme atrás.
No había fin,  cuanto más nos esforzábamos en huir menos parecía que lo conseguíamos. No había nada que nos indicase que nos acercásemos a la salida que tanto anhelábamos. Ningún rayo de luz incipiente o una brisa más cálida procedente del exterior.  No había nada, tan solo troncos putrefactos, hojas secas y mucho frio. Lo peor de todo es que se estaban acercando a nosotros, los rugidos cada vez eran más fuertes y próximos. Entonces sentí un gran tirón de mi mano, casi se me desencaja el hombro. 143 se detuvo junto a un tronco que se encontraba tirado en medio del suelo, estaba bien oculto por las hojas. Yo la hice señas para continuar corriendo, pero ella se negó con la cabeza. Mi corazón se aceleraba por segundos, cada paso que no daba era tiempo perdido en la huida. Miré a los lados muy estresado, sentía como si mi corazón estuviese siendo aplastado por dos bloques de hormigón, no podía ni respirar.
143 posó sus cálidas manos en mis rostro y acercó su frente a la mía, sus cabellos empezaron a rozar mi rostro, empecé a perder la visión del bosque y solo veía la sonrisa de 143. Su fragancia comenzó a tapar el resto de los olores, y mi corazón empezó a latir al ritmo del suyo, con pausa y relajado, recuperé el aliento y respiré con normalidad.
-          No discutas conmigo, quiero que te ocultes en ese tronco.- Empezó a susurrarme, sin moverse ningún solo centímetro. Sus ojos estaban clavados en los míos.- ¿Me has entendido?- yo respondí con una afirmación.
Cundo me quise dar cuenta ella ya se había alejado y estaba quitando las hojas del tronco. Yo sin pensármelo dos veces me tumbé con la espalda pegada al tronco, lo más arrimado posible. Entonces 143 me dio una bolsa de sal y empezó a ocultarme con unas cuantas hojas.
-          No salgas de aquí hasta que yo vuelva, por nada del mundo y no hagas ruido.
-          ¿Dónde vas?
-          No lo vamos a lograr, necesitamos más tiempo.-Respondió mientras se marchaba.
Cerré los ojos con todas mis fuerzas y traté de respirar lo más suave que pude. Comencé a imaginar cosas, pero me era imposible, cada vez que escuchaba un rugido un escalofrío recorría todo mi cuerpo y me trasportaba de nuevo a mi cruda realidad.

No escuchaba nada, no había ningún ruido, el único que se podía oír era el movimiento de las hojas, incluso el de las hormigas moviéndose entre ellas. Eso era malo, muy malo, cualquier ruido un poco más alto que eso atraería en cuestión de segundos a los monstruos. Sin embargo eso ya no era un problema. Escuché un ruido fuerte acercándose, eran como pasos. Abrí lentamente los ojos y pude ver como una de esas cosas estaba a unos cuantos metros, buscándonos. Aguanté la respiración y cerré los ojos lo más fuerte que pude. Intenté utilizar la habilidad de los avestruces, si no veo a mi depredador él tampoco lo podrá hacer. Siento deciros que ese método no funciona. Abrí los ojos y comprobé como se acercaba a mi lentamente, la cara del bebe me estaba mirando fijamente, no movía ni un solo musculo, además aquella horripilante sonrisa en su rostro hacía que se me helase la sangre. Quería salir corriendo de allí, pero si lo hacía perdería todas mis posibilidades, debía confiar en que estos bichos se guiaban por el ruido y que no veían casi nada o incluso nada. Pero aquella mirada hizo plantearme que mi teoría era falsa, que solo querían cazarnos, que eran más inteligentes de lo que parecían, me habían engañado para hacernos creer que eran ciegos, para luego cazarnos. Todo eso pasaba por mi cabeza una y otra vez, pensé en salir corriendo unas mil veces, pero ahí me mantuve. El monstruo clavó sus dos patas delanteras en el tronco y empezó a hacer un pequeño rudo desagradable y agudo. Yo tragué saliva lentamente evitando hacer cualquier especie de sonido. Incluso traté de evitar moverme, a pesar de que las hormigas estaban mordisqueando una de mis manos.
El monstruo empezó a marcharse, lo cual pude relajarme completamente, pero para mi desgracia una de sus patas golpeó contra uno de mis brazos haciendo que gritase de dolor. El bicho rugió que casi explotó mis oídos. Traté de salir corriendo, pero él ya estaba preparándose para matarme. Entonces escuche como alguien veía corriendo desde lejos, cuando volví abrir los ojos era 143, se había abalanzado sobre una de esas cosas. Estaba en su torso, parecía como un jinete tratando de domar a un caballo rebelde, pero con un cambio, ese caballo tenía ocho patas.
143 no dejaba de clavarle un navaja una y otra vez contra la espalda, mientras que con la otra mano se sujetaba a una de sus navajas que había clavado profundamente, para tener un punto de sujeción y no caerse.  El bicho trataba de todas las maneras de quitarse de encima a 143, pero no podía, saltaba como podía movía sus patas delanteras hacia atrás, pero no llegaba. Se empezó a poner peligroso, porque el monstruo no dejaba de correr de un lado hacia otros mientras trataba de liberarse. Ella no paraba de seguir clavándole la navaja, pero el bicho no parecía ceder o sufrir daños.
En uno de los saltos 143 perdió el equilibrio y su mano golpeó contra una de sus patas, perdiendo la única arma que tenía para asentar golpes. Sin perder el ánimo cogió una pequeña bolsa que tenía en la espalda y con todas sus fuerzas golpeó con el puño cerrado en la herida que había formado  con la navaja. Pudo introducir la mano hasta la muñeca. El bicho ni se inmutó, hasta que 143 sacó la mano, dejando la bolsa de sal en su interior. Acto seguido el monstruo parecía volverse loco y rugir sin sentido por todos lados, parecía que estaba desorientado. 143 saltó y me hizo una seña para que nos fuéramos cuanto antes, yo me levanté y nos marchamos. Miré hacia atrás y vi como aquella cosa se golpeaba contra los árboles, trataba de escalarlos, pero se caían a los pocos segundos.
-          No mires hacia atrás, continua corriendo- me dijo.
Tras unos minutos corriendo los rugidos incesantes del monstruo atrajeron al resto de sus compañeros que empezaron a pisarnos los talones. 143 se detuvo en un punto un poco abierto y me dijo que siguiera corriendo. Tensó su arco y disparó una flecha a la lejanía. Después de hacer eso salió corriendo persiguiendo mis pasos. Segundos después se escuchaba un ruido golpeando algo contra el suelo. Eso hacía que nuestros enemigos se desorientasen y ganásemos un poco de tiempo. Nuestra huida continuó de esa manera unos cuantos minutos más.
-          Ya no hay más- Me dijo- Ahora solo nos queda rezar a estar cerca de la salida.
Yo con una sonrisa la respondí.
-          Lo estamos- Señalé delante de nuestras posiciones.
La luz empezaba a filtrase a lo lejos y empezaba haber plantas verdes por los suelos y rodeado a los árboles. No pasó mucho tiempo hasta conseguir llegar a la salida y poder ver de nuevo el maravillo cielo azul. Sin embargo no nos detuvimos ahí, seguimos corriendo hasta estar seguro de que no nos seguían. Sin embargo los bichos nunca salieron de aquel bosque.

Esta fue mi primera experiencia en la lucha contra un noica. No sería tampoco la última…

martes, 19 de enero de 2016

Retraso

No quería hacer nunca una publicación de estas. Pero debo retrasar la salida del capítulo durante un tiempo. He comenzado exámenes y no dispongo de mucho tiempo. Cuando tengo un poco de tiempo libre escribo. Iré subiendo más capítulos dentro de un par de días, Sin embargo serán algo cortos.

Disculpen las molestias. Y gracias por vuestro apoyo y vuestros comentarios. Seguiré escribiendo pase lo que pase.

miércoles, 13 de enero de 2016

Capítulo 4

Capítulo 4
La prueba.

No sabría decirte cuanto tiempo estuve inconsciente, solo sé que me despertó su maravilloso olor. Una fragancia exquisita, podríamos decir que era el olor de una flor realmente bella.
Mis ojos comenzaron abrirse lentamente, me sentía un poco mareado y la boca me sabía a sangre. Mi espalda estaba apoyada en un árbol, escuchaba el aire circular por sus hojas. Miré a mí alrededor y observé que estaba en el mismo lugar en el que me desmayé. Traté de incorporarme, sin embargo escuché una frase  del cielo.
-          Yo no lo haría- Dijo una voz femenina. Luego escuché como mordía algo y lo masticaba.
Miré hacia arriba y vi a la persona que me salvó de aquellos maleantes. Estaba tumbada boca arriba en una rama gruesa. Tenía en una mano una manzana con un bocado. Se la llevó a la boca y le pegó un mordisco.
-          ¿Tú eres…?-pregunté bastante dolorido.
La joven se incorporó y se sentó en la rama mientras me miraba desde arriba. Con la mano que tenía libre me señaló a mi estómago. Terminó de masticar, dulcemente, y me advirtió.
-          Si te levantas tan rápido te arrepentirás…
-          ¿Qué quieres decir?
La joven mi miró de arriba abajo y sonrió.
-          Por tus pintas me da que es la primera paliza que recibes.- Yo asentí con la cabeza. La chica se rió y me preguntó por mi nombre. En ese momento la muchacha tuvo que ver mi cara triste o algo parecido, ya que le cambió el humor y trató de suavizar la conversación, cambiando de tema radicalmente.- Bueno, olvídalo… Creo que debes decirme algo ¿No crees?
-          ¿A qué te refieres?
La joven puso mala cara, con un gesto que podía decir claramente, ¿En serio tienes que preguntar?
-          Te acabo de salvar la vida.-Tras esas palabras, yo la interrumpí, y la di las gracias con todas mis fuerzas, una y otra vez. Ella se rió, se puso de pie en la rama del árbol y dio un salto al suelo.- No hace falta que me lo agradezcas.
-          Pero si lo deseabas…-dije por lo bajo.
-          ¿Qué has dicho?
-          ¡Nada, nada!
La muchacha cogió su mochila, que estaba justo a mi lado, se la puso a la espalda con una sola asa y luego alargó el brazo donde sostenía la manzana a medio comer. Solo estaba mordida por uno de los lados.
-          Debes comer para reponer fuerzas.
Yo alargué la mano y cogí la fruta con no mucho agrado. La mujer sonrió y se puso andar, alejándose de mí. Sin embargo se detuvo y se dio la vuelta, me miró y preguntó
-          ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
-          Unas horas-Contesté algo extrañado.
-          ¿¡Unas horas!? Eso es imposible… Tu número es el 82 y son solo dos cifras.
Me miré el brazo y observé el número. La joven al ver mi reacción se tornó de lado, justo con el muslo donde llevaba las flechas, las movió de lado y mostró su número, el 143. Yo seguía sin comprender mucho la situación. Ella se volvió acercar, cogió mi bazo tatuado y lo señaló con su dedo índice.
-          Este número representa… como decirlo… como tu boleto para entrar al Olimpo. Estos boletos dicen cuando llegaste aquí. Se dice que primero llegaron los de una cifra. Al cabo de diez días llegaron los de dos. Como ninguno llegó a la cima al cabo de los cien días aparecimos el resto.- Yo me la quedé mirando sin comprender muy bien lo que quería decir, yo pensaba que era un cuento. La joven se cruzó de brazos y comenzó a pensar.- ¿No conoces esta historia?
-          No… ¿Debería?
La joven suspiró
-          Si llevas aquí unas horas… no podrías saberla…
Hubo un silencio un poco incómodo hasta que ella se sentó a mi lado y dijo.
-          Escucha atentamente. Todos los que estamos en este lugar hemos muerto, pero nos han concedido otra oportunidad para vivir. Sin embargo para ello debemos llegar a esa montaña lo más rápido posible, ya que no todos podemos revivir, solo los cincuenta primeros lo harán. Cuando lleguen los cincuenta, el resto desapareceremos y moriremos, como deberíamos estarlo. Ya han pasado cuatrocientos veintitrés días desde el inicio.
La joven se calló por un momento, estaba algo asustada. Ella no me contó esto, yo lo averigüé por mí mismo. Según parecía circulaba el rumor de que ya quedaban muy pocos lugares o puestos para conseguir la resurrección. En otras palabras ya habían llegado muchos a la montaña. Era solo cuestión de tiempo de que esas plazas se agotasen y el resto pereciésemos. Bueno continuemos con lo que me contaba 143
-          Entonces solo debemos darnos prisa.-dije, (inocente de mí…) Ella sonrió, pero con una mueca de consolación, por no saber aun la que me esperaba.
-          No es tan fácil… Para llegar a la cima debes vencer a los cuatro guardianes. Y no son fáciles de matar, varios de mis compañeros murieron con el primero. Por eso sigo aquí… como una tonta… persiguiendo a unos imbéciles-Dijo bastante acabada y deprimida. Yo no pude decirla nada para animarla.- Y por si no fuera poco no puedes fiarte de la gente, y mucho menos ahora… La gente mata a sus compañeros, para asegurarse de que revivirán.
Apoyó su cabeza en el tronco del árbol y miró a las hojas de este.
-          ¡¡Eso no puede ser!! ¿Cómo pueden hacerlo…? Son compañeros.
-          ¿Tú no lo harías? No se saben cuántas plazas quedan libres… a lo mejor solo queda una y justamente tu amigo  acaba recibiéndola y tu no. Jejeje- Su mirada quedó fijada al suelo, estaba a punto de romper a llorar.- ¿No sería mejor asegurarte? Además… ya estamos muertos así que no sería un asesinato…
Yo me quedé un rato pensando, pero con una sonrisa tonta negué con la cabeza
-          Yo no podría jajaja, seguramente luego me arrepentiría.
La muchacha me miró con los ojos un poco rojos, por unas lágrimas que se le habían escapado, sin embargo ella se las quitó, frotándose los ojos, mientras yo no miraba.  Negó con la cabeza varias veces con una sonrisa. Esta se levantó, se sacudió el polvo y se dispuso a marcharse.
-          Avisado quedas, no te fíes de nadie.
-          ¡Espera!
Ella se dio la vuelta y me miró
-          ¿No sería mejor ir los dos juntos?-pregunté. Ella torció un poco la cabeza.
-          ¿No me acabas de escuchar que no te puedes fiar de nadie?
-          Ya, ya, pero piénsalo de esta manera. Es más fácil llegar a la cima si hacemos un equipo. Tu misma lo has dicho, los guardianes no son tan fáciles de matar- Yo me levanté con dificultades y me fui acercando a ella- mejor que seamos dos que solo unos. Podríamos decir que tenemos el doble de posibilidades de sobrevivir.- Ella miró hacia otro lado, y luego se volvió a girar.
-          ¿Y si solo queda una plaza, que haremos?
-          Bien fácil, entras tu primero y luego yo. Así nos aseguramos
Me miró con una cara de que no se creía lo que le estaba contando.
Si os digo la verdad, en todo momento me lo estaba tomando todo un poco a broma. Mi cerebro no se llegaba a creer que toda esa historia de los guardianes, súper malos y chorradas así  fuese cierta, además mi yo aún seguía procesando la información de que estaba muerto. Llamarme loco, pero me dejó un poco en shock lo de mi muerte y además no dejaba de comerme el coco, para recordar mi nombre. A todo esto sabía que yo solo no podía defenderme, sería mejor tenerla cerca por si aquellos rufianes volvían acabar lo que habían empezado.
Yo extendí mi mano con la palma hacia arriba.
-          ¿Entonces qué me dices? ¿Formamos equipo?
Dudó un poco, pero al final apretó mi mano, no muy confiada. Para relajar un poco el ambiente dije algo pensativo mientras tenía mi mano sobre la barbilla.
-          Ahora que somos compañeros no podemos seguir llamándonos por número, sería algo raro…
-          82 creo que es un buen nombre.-Añadió ella. Yo la miré con los ojos entre cerrados.
-          No gracias… yo creo que- Ella me cortó, pero no con palabras o una mirada, sino con el movimiento, ya que se dio la vuelta y se dirigió hacia el camino.- ¿No vas a escucharme?- Dije gritando un poco perdido
-          No.
-          ¿Por qué?- le pregunté desde la lejanía.
-          Sencillo, seguramente mueras antes de que me aprenda tu nuevo nombre.-Dijo entre risas.
Yo me quedé paralizado, una ráfaga de viento golpeó mi espalda, en aquel momento me asusté y salí corriendo para alcanzarla, mientras gritaba.
-          Pero tú lo evitarías ¿No?-No hubo contestación- ¿¡¡No!!?


Así comenzó mi aventura para volver a revivir…

domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 3

Capítulo 3
Un nuevo despertar.

No recuerdo muy bien cómo fue… Tras cerrar los ojos en el accidente lo único que pasaba por mi cabeza era que quería vivir. Cuando me quise dar cuanta ya no sentía dolor ni tristeza, pero tampoco alegría, enfado, hambre… nada. No sé cómo explicarlo bien, fue una sensación indescriptible. Sentí como si no tuviese cuerpo. Como si fuera todo el aire y a la vez nada. Podía volar, pero a la vez no. Estaba en el vacío, no podía oír nada, ni tocar, ni oler, no realizaba  nada. Tan solo escuchar mis pensamientos.
No sé cuánto tiempo estuve ahí, pero sí puedo decir algo, mostraría que fueron días o meses los que estuve ahí. Tampoco recuerdo muchas cosas de aquel lugar, tan solo como una voz me preguntó
-          ¿Quieres vivir?- Era un tono muy fuerte, y atronadora. Como si pusiesen diez altavoces de la mejor calidad a máxima potencia en una habitación pequeña. Parecía tener una voz de enfadado, pero como la que tiene un padre ante su hijo cuando hace alguna travesura.
-          Sí quiero…
-          No te escucho.
-          ¡Sí que quiero!- Grité con todas mis fuerzas.
Después de soltar aquellas palabras, con todas mis fuerzas, no recuerdo nada más. Sé que después de eso sentí una gran frío en todo mi cuerpo, parecía que por fin tenía ya uno. Podía apreciar el frio suelo en mi espalda, el viento acariciándome suavemente. Escuchaba los árboles agitándose, como si fueran una melodía maravillosa.
Traté de abrir los ojos, pero no podía, parecía como si los tuviera pegados, traté de moverme, para incorporarme, pero no tenía fuerzas. Entonces decidí no hacer nada… tan solo disfrutar un poco más de todas las sensaciones agradables que sentía. No tenía prisa para saber dónde estaba o si era un lugar seguro, en mi interior quería seguir disfrutando esa calma.
Después de unos minutos intenté abrirlos de nuevo, esta vez lo conseguí. Al principio veía todo borroso, la luz me cegaba. Me incorporé lentamente hasta quedarme sentado, traté de ponerme de pie, pero mis piernas aún no querían hacerme mucho caso. Las golpeé levemente con mis brazos y a continuación comencé a frotármelas con las manos para hacerlas reaccionar.
Tras unos segundos mi visión comenzó a mejorar y puede ver aquel mundo en el que encontraba.

Déjame decirte que la única palabra que encuentro para describirlo es… fantasía al puro estilo, no hay otro término. Trataré con todo mí ser describirlo de la mejor manera posible, pero no tendré las palabras exacta para aquella belleza. Te recomiendo que pongas al máximo tu motor de la imaginación y te dejes llevar por aquel lugar. Recuerda yo te daré unas indicaciones, el resto lo debes hacer tú, como practicamos.

Nada más abrir los ojos mi corazón casi deja de latir, no podía creer lo que estaba viendo. Me encontraba en una pradera inmensa con el césped meciéndose por la ligera brisa, de un lado a otro. El sol se ocultaba de vez en cuando por las nubes, mientras los pájaros volaban libremente por el cielo. Había grandes árboles, muchos de ellos eran sauces, que dejaban caer sus largas ramas al suelo. Al soplar el viento todas las ramas se comenzaban a mover, las hojas chocaban entre ellas formando un sonido realmente tranquilizador.
Yo me encontraba como en una plataforma formada por anillos de piedras. En el anillo exterior había unas letras talladas, pero era un idioma que yo desconocía, además en esos momentos aún no sabía ni que existía. Justo en el último anillo, que era donde yo estaba sentado, había un dibujo de un fénix renaciendo de sus cenizas.

Mis piernas ya decidieron hacerme caso y me permitieron incorporarme. En un principio me tambaleé de un lado a otro, como si estuviese ebrio. Me fui a caer de rodillas, pero entonces sentí como alguien me sujetaba, miré a mi izquierda y vi a una mujer. Era muy joven y tenía un sedoso pelo de color negro, además era muy largo, casi le llegaba hasta las rodillas. Iba vestida con una túnica blanca con algunas flores bordadas. Me miró a los ojos y me sonrió como si de una madre se tratase. Aquella sonrisa me tranquilizó y conseguí ponerme derecho.
La mujer se apartó un poco al ver que ya me podía mantener por mi propio pie. Dio dos palmadas y aparecieron dos niños. Uno de ellos venía con ropa doblada y el otro simplemente jugaba.  Se me olvidó mencionar que me desperté completamente desnudo.
-          Aquí tienes ropa.-Me dijo la mujer con una sonrisa. El niño de pelo castaño me ofreció la ropa. Era ropa normal, unos vaqueros y una camiseta, nada del otro mundo. Lo más destacable de esto, es que era la típica ropa que yo solía llevar antes.
-          Gracias…-Dije un poco avergonzado. A toda prisa traté de vestirme.
El niño juguetón se acercó a la mujer, pero esta le hizo una seña y los dos jóvenes se marcharon a corretear por el prado. Ella se me acercó un poco, me miró de arriba abajo y me preguntó por mi edad.
-          Tengo…No lo recuerdo…
La mujer asintió con la cabeza, luego me dijo que no me preocupase, que era normal después de morir.
-          ¿Morir…?-Dije con una voz quebradiza. Casi me caigo de culo cuando escuché la palabra morir. Desde un principio pensé que estaba soñando al igual que el resto.
Tras unos minutos de intentar recuperarme del golpe, la mujer consiguió tranquilizarme un poco, sus palabras parecían como las de una madre cuando trata de reconfortar a su hijo. Yo me sentía realmente a gusto a su lado. Todas sus palabras estaban llenas de calidez y conseguían que no pensase en nada más.
-          ¿Cuál es tu nombre?- Pregunté un poco tímido
-          Lucina- Me contestó
Miré de nuevo a mí alrededor y fui a preguntar dónde estaba, pero ella me hizo un gesto para que me callase.
-          Hijo mío, aún no podemos hablar formalmente. No te han asignado un nombre.
-          ¿Nombre? Yo me llamo…-No supe contestar.
-          Tranquilo todo a su tiempo. Ahora mismo no eres humano ni un ayudante. Para permanecer con nosotros debes pasar la prueba, no todos pueden servirnos.
-          Dioses…-dije sin pensar.
La mujer asintió con una sonrisa cálida
-          ¿Qué quieres decir con pasar una prueba? ¿Qué tengo que hacer?
La mujer me dio la espalda y señaló una montaña que se veía a lo lejos. En ese instante pensé que por favor no tuviese que ir hasta allí, lástima que nunca tuviese suerte.
-          Allí es donde debes ir. Ten cuidado hijo mío. Tú ya estás muerto, pero eso no significa que no puedas morir otra vez.
-          ¿Qué quieres decir?
-          Hay peligros allá fuera… Además soy demasiados.-Dejó caer.
La fui a preguntar algo más, pero ella me calló con un gesto, a continuación me dio un aviso.
-          El tiempo tampoco es tu amigo, cuanto más tardes en llegar al olimpo, menos probabilidades es que tengas un lugar.-Yo tragué lentamente saliva, porque su frase aún no había acabado.- Y una vez que el último puesto sea ocupado el resto desapareceréis sin dejar rastro.
Sin pensármelo dos veces decidí que no era momento de continuar preguntando. Fui a irme cuando la mujer me detuvo con el brazo. Me señaló mi antebrazo derecho.
-          A partir de ahora te llamarás así. Date prisa… has llegado tarde a la prueba los demás se fueron hace tiempo.
Al mirarme el antebrazo vio que tenía un número pintado. Parecía que me lo habían tatuado. Tenía un color azul celeste brillante que casi me dejó ciego al mirarlo. El número escrito era el 82.
-          Ahora márchate.
Comencé andar despacio mientras seguía examinando el número. Después alcé mi vista y miré a la montaña. Tan solo debía ir hasta aquel lugar, no sería tan difícil. Muchas veces en mi ciudad he ido andando de un lugar a otro sin coger el transporte público, creo que eso no sería nada para mí.
Tras mucho tiempo viajando, con tan solo un rumbo en mi cabeza, aquella montaña a lo lejos. Decidí parar a descansar en algún lugar. Mis pies me estaban doliendo una barbaridad, además aún me sentía un poco mareado.
Me detuve al lado del camino de tierra. Miré a ambos direcciones y no vi ninguna persona hasta donde alcanzaba mi vista, tampoco signos de que vivera gente cerca. Suspiré cansado, me toqué el hombro, porque me dolía. Tras unos minutos sentado en el césped, cerca del camino, para ver si venía alguien, retomé mi camino. Tenía la sensación de que algo no iba muy bien, aún no había visto personas o marcas de que alguien hubiera estado por allí, mucho peor, de animales tampoco había rastro. Los pájaros que una vez vi, parecía que desaparecieron a lo lejos. No lo tomé en cuenta y continué.
No pasaron ni cinco segundos cuando una nube se puso delante del sol, poco a poco la sombre se iba comiendo la luz. El viento quieto se quedó, como si se ocultase por miedo. Miré a la nube y estiré los brazos con mucho gusto. Sin embargo rápidamente noté un ruido entre el césped, y los árboles, parecía que algo me estaba acechando. Yo no supe muy bien que hacer, ¿Correr, investigar o seguir mi camino como si no hubiera pasado nada? Esas preguntas no dejaban de rondar por mi cabeza.  Entonces mi cuerpo eligió por mí la respuesta. Se quedó totalmente paralizado. Tragué saliva lentamente y quise girarme para mirar al campo, sin embargo escuché como algo silbaba. No, no era una persona silbando, sino una flecha.
Aquel puntiaguda amiga cayó justo delante, clavándose profundamente en el suelo. Yo caí de culo bastante asustado, miraba a todos lados, pero no veía al autor.
-          ¡Jajajaja…!-Escuché reír.- ¿Le estás viendo? ¡¡Está a punto de mearse encima!! ¡¡Jajajaja!!- No paraba de reír y hacer un ruido que me daban arcadas, absorber el aire, de manera muy fuerte y desagradable, por la nariz. Incluso tenía un lado taponado, lo cual hacía que el ruido fuese más… no quiero ni describirlo…
-          Es nuevo… Es nuevo…-Decía otra voz.
Yo buscaba aquellas voces y vi como tres individuos se acercaban a mí. Venían del prado. El más corpulento y alto llevaba un arco, parecía que él había disparado aquella flecha. Tenía un tatuaje en el hombro. Era una serpiente mordiendo una piedra mientras la partía en cachos. A su izquierda iba el guarro, no puedo describirlo de otra manera, que era pequeño con barriga, y llevaba una camiseta, que le quedaba pequeña y estaba muy rota. Además iba mostrando su barriga. El tercero era de un tamaño medio, pero muy delgado, con unas ropas muy largas. Con esta descripción os podéis imaginar que parecían un trío de comediantes o que venían del circo. Por un momento casi me hicieron reír, pero mi vida estaba en peligro.
Traté de levantarme y salir corriendo lo más rápido posible, pero mis piernas no querían, solo temblaban de miedo. Lentamente me fui yendo hacia atrás, arrastrando mis glúteos por la dura tierra.
-          ¿A dónde vas mocoso?- Dijo el hombre corpulento, de manera muy amenazante. Yo no pude ni responderle, tan solo tragué saliva muy despacio.- Mocoso, ¿Qué número eres?- Yo no le comprendía bien y me seguía arrastrando. El hombre chasqueó los dedos y el gordito y el delgado se abalanzaron a por mí.-No me hagas repetirlo de nuevo.
Los otros dos individuos agarraron mis brazos y tiraron con fuerza de ellos. Noté como si me los fueran a romper.
-          ¡82! Este niño tiene un número de dos cifras.-Volvió a respirar muy fuerte por la nariz.
-          Imposible.- Dijo enfadado el corpulento- ¡Mocoso! ¡¿Cómo es posible que tengas ese número!?
Los otros dos me hicieron levantarme, pero solo para que el corpulento me volviese a mandar al suelo con un rodillazo en el estómago. Casi vomito al instante.
No me dio tiempo a que mi estómago se recuperase, cuando sentí de nuevo un golpe. El grandote me estaba pateando con todas sus fuerzas. Sin darme cuartel me agarró con su inmensa mano y me tiró de los pelos. Pensé que me iba a arrancar la cabeza. ¡Pero entonces pasó! Me volví como loco, como si algo me poseyese en el interior. Agarré el arco de mi rival con una mano y con la otra una flecha, entonces sin pensarlo disparé. Los otros dos compañeros vinieron en la ayuda de su amigo, pero me defendí y les partí la cara a los dos.
¿Piensas que realmente pasó eso? Siento decepcionarte… hasta ese momento yo era una persona normal y corriente y no descendía de ninguna familia guerrera o cosas así. Tan solo era una persona normal. ¿Qué que hice entonces? Volvamos a donde estábamos.
El hombre me estaba tirando de los pelos de la cabeza. Mi cuerpo actuó en ese instante y simplemente comencé a llorar. Como lo escuchas… solo lloré ¿Qué más podía haber hecho? Los tres hombres comenzaron a reír y a meterse conmigo. Hasta que el más corpulento rompió aquellas risas con una amenaza.
-          Mocoso… Odio a los llorones, pero… ¿Sabes que odio más?- Se acercó a mi oído y me susurró- a ti. Esa cara me da asco… por eso voy arrancártela, al igual que tu puta número. Dos… cifras y no sabes nada… A quien quieres engañar, eres un puto primerizo.
Me tiró al suelo y sacó una espada que tenía envainada. Me la puso al cuello y me dijo que me despidiese.
-          Por mi poder… tú ya no tienes derecho a renacer.-Dijo el corpulento mientras alzaba su espada. Yo cerré los ojos con miedo, mientras pensaba en una cosa. No quería morir, aún no.
Sentí el viento otra vez y como el sol volvía a salir, eso me hizo sonreír ligeramente.
-          ¡Despídete mocoso!
Entonces volví a escuchar el silbido de una flecha. Pero esta vez no impacto contra el suelo, sino a algo más suave, la carne de un hombre, justamente en el hombro del que podía haber sido mi asesino. 
Escuché como la sangre golpeaba contra el suelo seco y luego el hierro duro. Al abrir mis ojos vi que el corpulento había recibido un flechazo por la espalda. Los tres estaban completamente perdidos, no sabían de donde venía. Entonces con una cara de asco gritó.
-          ¡Maldita seas 143! ¡¡Déjame en paz de una vez!!
Escuché como una chica se reía. El hombre fue a coger la espada, pero otra flecha apareció, sin embargo falló y golpeó al suelo, casi me dio.
-          ¡Me las pagarás zorra!
El hombre salió corriendo, como alma que lleva el diablo. Sus compañeros hicieron lo mismo.
Yo casi me desplomé al suelo, pero ahí es cuando la vi por primera vez… Dejé de respirar por un momento. Era tan bella que parecía que el tiempo se había detenido. Era justo mi tipo…
Una joven de mi edad saltó de uno de los árboles. Cayó al suelo como si nada. Se limpió el polvo y dijo “Se me escapó otra vez”.
Tenía un tono de piel pálido, unos ojos azules que casi me hicieron desmayarme. Pero lo que más me llamó la atención fue su melena roja como el fuego o la lava. Parecía que si la tocaba me quemaría. Vestía una ropa casi prehistórica. Llevaba un como una especie de biquini camiseta que le llegaba hasta el ombligo. Pero era de cuero. Además también llevaba una capa, bastante destrozada, que iba del cuello hasta la mitad de la espalda. Luego llevaba una falda y en el muslo izquierdo llevaba las flechas.

Se acercó hasta mí y me preguntó si estaba bien. Su voz… su voz era como la de los ángeles. Tan solo con escucharla hablar parecía una diosa. Yo no la entendía para nada, a mí en todo momento me iba a cámara lenta el mundo, yo simplemente estaba fascinando con ella. Entonces se fue corriendo hasta el árbol, de nuevo. Lo escaló sin dificultades y bajó una mochila pequeña. Vino corriendo, pero debo decirte que no recuerdo más. Me desmayé. Así soy yo.